No existía otra forma
De conseguir música para nuestros versos,
Malos y simplones, pero versos a fin de cuentas.
No había alguno que dominara las cuerdas,
Menos los vientos;
Pero dominábamos las manos, los tiempos.
Controlábamos los desfases,
corregíamos los decibeles
Y la lírica que se articulaba
Era más maldita que
Baudelaire y Bukowski juntos.
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