lunes, 14 de octubre de 2013

Conato.

Desgarradores gritos mudos
desatados en noches cansinas,
 de agobiantes almohadas infinitas
que no alcanzan a instilar con llanto,
                                                 con espumarajos,
                                                                   con tirria.
Es perfecta la idea,
alguien la ha depositado
subrepticiamente dentro de esa sien,
que le ha dado un último hervor:
                                              [No mereces sufrir]
                                              [No mereces sufrir]
                                              [No mereces sufrir]
                                              [No mereces sufrir]

¿Cómo desarraigar el dolor?
¿Cómo sepultar el sufrimiento?  ¿Sepultándolo?  ¿Sepultándose?

MUERTE.

Voces de ultratumba susurran
por todo el cuchitril,
y porfían y cargan y siguen y joden y siguen porfiando
esa pobre alma no tiene unción
y acepta el trato
parece justo
y coge dos cajas
y toma dos cajas
y digiere dos cajas.

                                     SUEÑO-SUEÑO-SUEÑO-SUEÑO
                                                    SUEÑO-SUEÑO
                                                            SUEÑO



Sorna en el cuarto,
carcajadas distantes,
el plan parece haber funcionado
y el pulso, el pulso
                                            EL-----PUL-----SO----EL----PUL---- ---  --  - -S--  O

La bilis fluye,
se dispone a salir,
se detuvo el tiempo,
la bilis está lista,
estómago por deponer
toda esa sobredosis de furia
y la bilis gotea
                     y corre un hilo
                                          y chorrea
                                                       
Se formó un charco
y los sueños navegaban en él
y se hundían con los borbotones
de su último aliento
y el hálito de vida,
como capitán de barco,
se niega a abandonar
el tumulto de músculos agarrotados
y creo en la vida,
                          y creo en los prodigios
                                                            y creo en las oportunidades


                                                               SOLO DEBES CREER
                                                      PORQUE TODOS SOMOS LÁZARO
                                                                SOLO DEBES CREER
                                            PORQUE TODOS SOMOS LAS HIJAS DE JAIRO
                                                               SOLO DEBES CREER
                                           

La oscuridad se disipa
y la pequeña suicida
recibe una nueva oportunidad.




(Calama, 15 de Octubre del 2013)





                                                                       


    












domingo, 13 de octubre de 2013

Epifanía 2.

Vi el éxito
parado frente a mi
vistiendo deportivo
con unas acolchadas "Nikes"
y me dijo: "Ya sabes, alcánzame puto".

Regalo.

Te regalaría la luna,
pero ya tiene dueño nena,
se la expropió un abogado chileno.
Así que quédate con mis besos,
que es la misma basura cursi
pero más cerca.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Epifanía 1.

La línea férrea
perdió varios durmientes
al final del camino,
y es porque despertaron
para evitar que se les pase el tren.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Todos íbamos a ser Alex Supertramp.

Todos íbamos a ser Alex Supertramp,
Perderíamos el amor al dinero
y espiritualidad estoica a nuestra vida le daríamos.
Todos íbamos a ser Alex Supertramp,
despreciaríamos un último modelo
por encontrar el modelo original de conducir.
Todos íbamos a ser Alex Supertramp,
dejaríamos padre y madre
para arrimarnos a pachamama/ Gaia/ Tonantzin.
Todos íbamos a ser Alex Supertramp,
pero había que obtener un excelente NEM
ponderar con los puntos obtenidos
alcanzar el puntaje corte
ganar el primer millón con aval del estado (no olvide el 2%)
estudiar
estudiar
estudiar
estudiar
comer un completo en el carrito de la esquina
estudiar
estudiar
estudiar
estudiar
comprar una sobredosis de café
estudiar
estudiar
estudiar
estudiar
Investigar sobre libros de investigación
obtener buena calificación en la investigación
                                                         sobre libros
                                                                de investigación
ilusionarte en las prácticas
soñar con montañas de dinero
llorar con montañas de dinero (que no son, ni serán tuyas)
entrar a laborar
cumplir con tus horarios
cumplir con tus deberes
cumplir con tu ética profesional
(sobre todo cuando quieres abofetear a tu jefe)
perder tu primer millón con aval del estado (por favor, no olvides el 2%)
obtener tu primera tarjeta de crédito
obtener tu segunda tarjeta de crédito
obtener tu tercera tarjeta de crédito
comprar un anillo de plata
comprar un anillo de oro
comprar una casa
comprar un auto
comprar una cuna
Enero y las falsas promesas
Marzo y los permisos de circulación y las matrículas y los disfraces
Mayo y las rosas
Junio y los taladros
Agosto y los Max Steel (o Barbie, vaya a saber uno)
Septiembre y los volátiles (léase volantines)
Noviembre y los Gladiolos
Diciembre y el viejo del saco.
Todos íbamos a ser Alex Supertramp,
pero el autobús mágico nunca apareció
los kilómetros LAN pass no son canjeables para Alaska
y tuvimos que (realmente tuvimos que hacerlo)
compartir la felicidad con otros.












sábado, 20 de julio de 2013

Ser o no ser.

El mundo se divide en dos:
Los que escriben
Y los que escriben de los que escriben.
Curiosamente, los que escriben de los que escriben
Tocan las estrellas que escribieron los que escriben
Y no sus propias estrellas:
La luz tenue los ilumina, pero no les hace brillar.

sábado, 6 de julio de 2013

Equívoco.

La alarma sonó a las 06:10 de la mañana, como de costumbre. Se levantó con un gran esfuerzo del camarote de abajo, cada párpado pesaba cinco kilos y lo tiraba hacia la almohada. Cuando logró ponerse en pie, hurgó en la cama superior del camarote. Nadie dormía ahí, así que lo utilizaba como armario. Vistió su pantalón gris y su polera de piqué representativa del colegio donde estudiaba. No se duchó, lo había hecho en la noche antes de dormir. El frío no daba tregua en el invierno y un resfrío se conseguía con facilidad. Tomó su mochila y bajó al baño. Tiró la mochila en el sofá y entró a lavarse la cara. El espejo tenía las verdades de siempre y no mentía: Carlitos no era guapo y el gran furúnculo que estaba a punto de explotar ayudaba con el paisaje. El desayuno era el de siempre. El ritual de su madre era levantarse a penas crujían las escaleras y le preparaba un bol de avena con leche. El menudo muchacho debía comerlo por obligación. Las últimas visitas al nutricionista no eran muy alentadoras. El plato vacío quedó tirado en la mesa, junto a las migas de pan, mientras se cepillaba los dientes. No había nada más desagradable para él tener mal aliento, si no se ganaban las chicas por ser agraciado, al menos era por su aroma a menta barata.
                La ruta hasta la parada del bus duraba, a paso alentado, unos diez minutos. El vaho a las 06:40 de la mañana parecía el humo de un acto de magia escapista. Caminar por el barrio tenía sus riesgos. La fauna autóctona era variada, y a esa hora todavía merodeaban los cazadores nocturnos. Durante el camino, Carlitos pensaba en el cuento “ómnibus”  de Cortázar, que había leído el día anterior en el colegio. No entendía lo que quiso transmitir el autor, sin embargo, no lograba sacarse a Clara de su cabeza: -me encontraré alguna vez una Clara en el micro y ser capaz de hablarle-
                La caminata había terminado y no dio fruto. La parada del bus estaba llena. Pululaban unas treinta personas en la caseta, todas con el mismo objetivo, tomar la locomoción. La frecuencia de los microbuses era decente, pero había un problema, la gente que esperaba en cada parada, a lo largo de toda la avenida principal, era superior a la cantidad de máquinas que circulaban. Todos se miraban, inquietos. Unos fumaban, otros conversaban y otros simplemente esperaban por el milagro, que se detuviera un bus vacío. A lo lejos, una máquina blanca, algo descuidada por su dueño, hacía cambios de luces, en señal de arribo. El milagro ocurría, venía desocupada completamente. La gente se agolpó a la orilla de la calzada y a penas se estacionó el micro, se lanzaban en ambas puertas, intentando tomar un asiento.
                Todos lograron subir. Carlitos no pudo sentarse. De pie, al fondo, afirmado en el pilar derecho, el muchacho iba taciturno, pensando nuevamente en el cuento Ómnibus. Cortázar siempre le llamó la atención. Sentía que su literatura era cercana y amigable a él. Tenía fe en que algo extraño sucediera en ese viaje. –Quisiera que Clara se me apareciera en esta mañana que me mire con cara asustada y yo tenga que ir a socorrerla y apoyarla y consolarla y tomar su mano y tal vez besarla no no besarla sería muy arriesgado-  La micro comenzaba a atosigarse. Cuatro paradas bastaron para que se transformara en camión bovino.
                La ruta comenzó. Al lado de él iba un hombre de traje. Olía bien, buena corbata, rosada entera en una camisa blanca. Se notaba elegancia. Detrás, iba otro estudiante, no logró identificar de qué escuela. Movía la cabeza al son de la música. En las butacas del fondo iban trabajadores. Característica barba de días, manos grandes y agrietadas por el esfuerzo físico, ropa manchada y un olor a taberna en sus gorros de lana. En la esquina, hacia la ventana derecha, iba sentada una muchacha. No vestía uniforme y llevaba una carpeta en sus brazos. Era universitaria. Su cara era armoniosa, nada fuera de lo común, salvo por su mirada. Grandes ojos negros, delineados negros también, que realzaban su profundidad.        
                -Ella es clara ella es mi clara debo poner atención a todo movimiento que haga puede que me mire y yo no esté atento creo que yo debo mirarla fijamente dicen que las personas sienten cuando las miran no que estúpido que haría si se da cuenta que haría nada es obvio me cagaría no podría- El microbús seguía su curso y las personas ya comenzaban a inquietarse. Todos apretujados, codo con codo, algunos rozaban sus traseros en el pasillo y otros quedaban mirándose fijamente. Los que llevaban audífonos al menos eran afortunados, podían evitar la incómoda posición. El aire se hacía pesado y viscoso. El cristal de las ventanas se empañaba y la única manera de ventilar era a través de la escotilla superior que se encontraba al fondo, sobre Carlitos. El problema siempre era el mismo. Soportar la mescolanza de hedores, o abrir la escotilla para que entrara el viento helado de la madrugada.
                Ninguna mirada, ninguna sola mirada. Carlos tenía miedo. No ese miedo de vergüenza, si no, miedo. No podía mirarla y saber que lo podía descubrir. Ómnibus volvió a renacer en los pensamientos del imberbe. Clara iba incómoda y le desesperaba que le mirara la gente. La muchacha iba tranquila, seguramente pensando en el itinerario de su jornada. Resignado, el muchacho decidió mirarla. Hizo el esfuerzo. La primera mirada no funcionó, fue un segundo. La segunda mirada fue más intensa. Se concentró en sus hipnóticos ojos negros. La ventana parecía más interesante, ni ganas de girar la cabeza. En ese instante, un obrero se levantó y tocó el timbre. La oportunidad era clara y única. El obrero le rosó el brazo mientras bajaba, Carlos fue deferente con el hombre. Al darse vuelta, a tomar asiento junto a “Clara” vio una escena que no estaba dentro de sus planes. El hombre de corbata que iba a su lado se sentó junto a la estudiante y la besó.  Nunca lo pensó, nunca lo imaginó. Era imposible que un tipo así estuviera con una muchacha. Carlos se detuvo en las facciones del hombre de corbata y no era un adulto, era un joven igual que ella. Quizás iba preparado para alguna disertación o exposición en la universidad. La muchacha rió por primera vez junto a él. Era patética la imagen.
                -No como tan estúpido creer en un cuento en una ficción pensar que mi destino estaba marcado por una lectura vana en clases clara clara IMBÉCIL no creas nunca más en tus tontas lecturas jugaste con tus sentimientos y mírate ahora nadie lo nota pero tú sí y eso es suficiente para sentirte idiota que harás ahora menos mal estoy por llegar a mi esquina podré bajarme y olvidar lo que tú mismo causaste- Carlos hizo sonar el timbre. No miró hacia atrás, era suficiente tortura. Los tres míseros peldaños se hacían gigantes. Al bajar sintió náuseas. Caminó unos metros con el estómago afirmado en sus manos. Llegó a la otra esquina, y en un acto involuntario, vomitó.
                Cuando Carlos se percató de lo que había regurgitado maldijo con aversión a su maestra de Literatura. Antes que se escapara, tomó el conejito por las orejas, y cual mago, lo escondió en su mochila. La lectura y la circunstancia no era la indicada, infirió mal, pero siempre se cumple el relato en nuestras vidas. No era clara, sino a una muchacha en parís, a quien tendría que darle explicaciones. Carlos siguió caminando a clases, pensando en cómo mantener oculto su vástago.



                                                                                                         Calama, 07 de Julio del 2013.